Vida

La Sanguinolencia

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Ius sanguinis
adscrito a los excesivos espacios donde fluye tinta,
indiscriminadamente, y en múltiples y fragmentarias direcciones.

La manzana de Adán tentó a los cuerpos, y de los cuerpos, en su adentro, la sangre fluyó lento, como probando de a poco. La palabra brotó, entonces, como intentando fugarse de adentro, como buscando un algo inconcluso,  forjado bajo tierra, en el Hades del Tío, en la demarcación del Leviatán: el subsuelo vetado.

Del génesis primero, le secundó la tierra, que elevó sus árboles, y de ellos surgieron hombres, mujeres, serpientes y cuerpos. Sus fluidos vitales se unían a veces, sí, encontrándose en sueños, perdiéndose en vilo, nihil novi est, botando sangre… “sanguinolentus”, pensaron, y nada nuevo nació bajo el sol.

Los círculos estaban vacíos de presencias, Él y Ella viajaban anillo tras anillo, como buscándose. Séptimo círculo. Un río de sangre les bañaba las costillas.

Se decían los nombres, pero se sabían otros. Lo que Ella decía, lo ilustraba
Él con sus manos, entonces, como si de los cuerpos se formara uno solo, nacía un hijo, un vientre de árbol, una mismidad mas clara que los cielos sobre Inti.
La Sanguinolencia © 2010
La Sanguinolencia © 2010